Se acerca el mes de agosto. Es el mes del veraneo por
excelencia. El periodo de “descanso”, de desconexión del trabajo, el momento
que la mayoría de las personas esperar para disfrutar de la familia, los amigos,
los horarios a retortero, las comidas frescas aunque no ligeras y vestimenta de
andar por casa. Qué bien!
Sin embargo, la reacción al estímulo de agosto para mi es
terrible: ansiedad, desconcierto… pánico. El mes de agosto de los últimos 6
años no ha sido buen mes para la macroeconomía y gestión de la crisis en el
mundo y en España. Desde 2007 hasta 2012, en agosto se han
dado los puntos de inflexión de mal a peor desde que la crisis fuera crisis
haya por 2007 cuando ya todos los expertos coinciden que empezó.
Agosto, mes nefasto. Quizás aprovechando el desinterés de
las personas de bien que se encuentran ociosas o sin ganas de labor productiva,
en agosto ha sucedido todo lo malo que ha regado luego el resto del año
corriente y el siguiente hasta el nuevo agosto.
Ahora, el tsunami Bárcenas, que se viene gestando desde
enero, parece que quiere asolar el Gobierno de España apuntando directamente a
su presidente, Mariano Rajo. El escándalo Bárcenas rezuma de los tintes propios
de los grandes acontecimientos políticos de la democracia española. Especialmente
de los últimos 25 años, que son los años durante los cuales el señor Pedro
J. Ramírez y su periódico El Mundo han
tomado “el mundo” por montera con la pátina de “watergateros” de turno.
González, Guerra, Boyer, Aznar, Zapatero, Conde, Blesa,
Griñán, Chavez, Camps, Pujol… ¿quién no ha pasado por la portada (del diario)?
Ahora Bárcenas.
Me parece formidable la labor periodística. Es bueno un
periodismo de este nivel. Sólo me inquieta la inestabilidad política y por ende
económica que el caso Bárcenas pueda suscitar. Aunque claro, si hay delito…
pues que se aclare… caiga quien caiga. Sólo una cosa: que no caigamos más
nosotros, los de a pie, los del barro, los del sudor, los que pasamos unos días
de vacaciones con la ilusión de empezar de nuevo en septiembre y el deseo de un nuevo curso.
Y tú, ¿qué piensas?
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