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domingo, 18 de agosto de 2013

MEMORIAS DE ALFONSO GUERRA 1940-1982: "CUANDO EL TIEMPO NOS ALCANZA"



La inquietud por uno de los personajes políticos más insurrectos de la joven aunque mayor de edad democracia española me llevó a leer a sus memorias. Estoy inmerso en ellas, aunque ya puedo reseñar el primer tomo, publicado en 2004.
Alfonso Guerra relata lo que recuerda como lo recuerda desde que nació el 30 de mayo de 1940 hasta que el 3 de diciembre de 1982 empezó a trabajar como vicepresidente del Gobierno de España.
El estilo  narrativo de Alfonso Guerra en claro, sencillo, libre de retórica innecesaria y lleno de momentos altamente emotivos. Al igual que estas conclusiones son claras, también es claro que necesitaría el doble de espacio para contar cosas que no refiere (¿le falta memoria?) así como que su “doble lengua” mordaz parlamentaria y pública… apenas aparece las 440 páginas de la edición “Booket” de España.
Me pregunto por qué. Por qué un tipo tan inteligente, listo, trabajador, luchador, idealista, utópico, humano y sarcástico no desparrama más “gracia” en su contar.
Pero en cualquier caso, esta es sólo una pregunta automática a mi expectativa, al tener yo la etiqueta de esta persona como virtud de la palabra.
Y verdaderamente tiene virtud literaria. Escribe bien, si por bien se puede dar el hecho del “enganche” al texto. El primer tomo de sus memorias es ágil, ameno.
¿Y el contenido? Ya he dicho que echo en falta más profundidad de recuerdos, de hechos, pero 42 años en 440 páginas es muy difícil. Lo que al final se detrae de la lectura son varias cosas:
     1.       Alfonso Guerra se retrata a sí mismo como un político que hizo lo que tuvo que hacer en cada momento que le tocó vivir, pero nunca mirando al escalón del Poder que sin embargo ostentó, y nunca queriendo acaparar la atención pública que sin lugar a ningún género de duda acaparó (y acapara). Se muestra como un luchador infatigable en pos de unos ideales de vida que le llevó irremediablemente al Gobierno de un país y al gobierno de un partido político, “el Partido” como él mismo lo define permanentemente.
     2.       Alfonso Guerra es el padre del Partido Socialista Obrero Español “esencial”. De su lectura se detrae que las ideas del Partido de hoy… posiblemente se hayan alejado de las ideas de las que él un día se enamoró, de las ideas que durante más de cuarenta años fueron clandestinas, de las ideas que nunca gobernaron el país en democracia. De las ideas son las que él y un grupo de jóvenes españoles, muchos de ellos andaluces y de entre ellos sevillanos retomaron la senda socialista para luchar contra el franquismo y conseguir llegar un día a representar el sentir de muchos españoles en el ansia de libertad. Él y Felipe González marcando su clara posición antimarxista son el germen del nuevo socialismo español que ha gobernado 22 años de la actual democracia española.
     3.       Su coherencia personal le hizo abandonar el Gobierno en 1991 (aunque eso lo contará en el segundo  volumen de sus memorias, Dejando atrás lo vientos) entre otros hechos relevante, lo que le describe como una persona íntegra en sus planteamientos personales: amor por el conocimiento, la literatura, la poesía, el teatro… las artes en general, por lo bello, lo estético, la política, la justicia, la humanidad…
     4.       Su nivel cultural, de inteligencia, de sabiduría ilustrada es inconmensurable. A él se añade su experiencia vital personal y “profesional”-política.
     5.       Manifiesta cierta obsesión por hacer ver que sobre su persona se ha difamado en demasía, aunque su lucha por desmentir las mentiras ha pasado a un segundo plano. Aunque estas memorias… ¿no tratan de ser un gran desmentido? ¿Un desmentido general?
     6.       Alfonso Guerra es una persona radical, extrema, dura, clara, sincera, irónica… y sentimental. Hay pasajes en su libro cargados de una emoción un sentimiento que apuntan a la lágrima. Cuando habla de sus hijos, de la victoria del ’82, de Adolfo Suárez…

A pesar de todo esto, el “regusto” que queda es un tanto raro: si se viste tan puro y utópico, ¿por qué tanta infamia sobre él?
Igualmente echo en falta apuntes  propios, extractos de sus discursos del Partido, como diputado, anécdotas, conversaciones, acusaciones que pudieran ayudar enjuiciar con más grados de vista su desempeño vital.
¿Quizás por eso queden restos de “duda” sobre una persona tan inquieta y fundamental en la consecución y construcción de nuestro actual Estado de Bienestar?
Leeré su segundo tomo. Creo que despejaré estas cuestiones en gran medida aunque no en su totalidad.
Pero debo reconocer varias puntos concluyentes:
     1.       La lectura de esta primera para no ha hecho más que ratificar mis ideas político-económicas lejos de cambiarlas hacia sitios cercanos a Alfonso Guerra.
     2.       El ideal de “guasón” sin más se desmonta ante la idea de un “sabio” muy culto.
     3.       En cualquiera de los casos, la lectura de Cuando el tiempo nos alcanza me ha dado una perspectiva real de un fragmento de la historia idealizado por mi edad (en aquellos años yo ni vivía, cuando nací ya estaba al frente Suárez, del ’82 tengo claras recuerdos de Naranjito y más tarde de pintadas con el “OTAN NO”) que me ha ayudado a comprender que hoy, los ideales políticos izquierda y derecha están claramente desdibujados, sin significado alguna, especialmente los postulados socialistas, y que por fortuna, España es un país moderno, avanzado, sujeto al capital que si se lo propone (sus ciudadanos) está llamado a escribir grandes páginas de la Historia.

Como colofón detraigo que España se encuentra en la encrucijada histórica de aterrizar en un nuevo escenario geopolítico-social-económico-cultural, no necesariamente peor que lo anterior (¿cualquier tiempo pasado fue mejor?) sino mejor, o estancarse por años en un punto obsoleto que un día fue el futuro que hoy nos llama.
El cierre de esta primera obra de Guerra me fascina: después de prometer ante la Constitución el cumplimiento de sus deberes de Gobierno, se dirigió a su despacho en el Palacio de la Moncloa. Cuando llegó, colocó la foto de su hijo de apenas poco más de un año, tomó consciencia de su realidad, lloró y se conjuró “para trabajar con entrega y lealtad. Me esperaba una tarea inconmensurable, un cambio profundo de mi país. Soñé que no fracasaríamos. Y empecé a trabajar.”
Pues sí, “a trabajar”, ese es nuestro sino. El de todos.

Y tú, ¿qué piensas?