Si echamos un vistazo a las diferentes letras de diferentes himnos oficiales de diversos países comprobaremos que todos comparten los mismos valores: orgullo, luchar, unión, futuro, gloria, Dios, Señor, enemigos, despertar, sueño, muerte, levantarse, armas, libertad...
Todas las letras de himnos vienen a poner de relieve la grandeza del país en cuestión, todos tratan de ensalzar el orgullo de su población, la preparación y casi predisposición a la lucha en defensa del territorio, todos pretenden instigar a sus conciudadanos para que estos miren al futuro y vean la gloria que sobre ellos caerá en el bien común. Incluso muchos himnos vitorean al Señor Dios.
Valores y proclamas paradójicas en los tiempos que vivimos.
¿Es la música un arte, para muchos el primero de todas las artes? Indudablemente sí. La música en sí misma, sin que esté acompaña de ninguna letra, bien trazada, bien orquestada, se encuadra en lo bello. Y cuando esta es máxima, pertenece a lo sublime.
Si la buena música, orquestal, pertenece al estrato superior del ser humano, y las letras, todas, ensalzan y animan a lo mismo cualquiera que sea el territorio, ¿por qué nos obsesiona no tener letra en nuestro himno nacional español? ¿No es más bello emocionarse ante el sentimiento musical fruto de oírlo, de escucharlo desde la niñez? ¿No se alcanza el plano de lo sublime con la identidad nacional patriótica de lo instrumental sin necesidad de letra? ¿No es mayor la personalidad de quien no necesita explicitarla con oraciones?
¿Por qué los españoles queremos letra en nuestro himno? En la historia de la actual Marcha Real ha habido diferentes intentos, conatos, aproximaciones a letras, ninguna oficial en ningún momento. La característica de todas para que ninguna fuera definitivamente oficial ha sido siempre el sesgo político. Y es que España es diversa, plural, rica en cultura, idiomas, tradiciones, folclore, historia... y esto conlleva intrínsecamente la dificultad de aunar tanta riqueza con la palabra. La palabra es libre en su interpretación, pero limitada en su capacidad expresiva, y esto permite que cada uno de los españoles pueda estar en legítimo desacuerdo con dicha letra. En cambio, la música sola... es bella, y el caso del himno de España... sublime.
El ya famoso “Lalalalalala...” tan cacareado gracias a los éxitos deportivos que vive España de forma consecutiva en múltiples deportes desde hace años (fútbol, baloncesto, tenis, ciclismo, fórmula 1, motociclismo, balonmano...) pone de manifiesto precisamente lo que cualquier himno trata con su letra: unir a la masa de gente bajo una misma idea que es el sentimiento de pertenencia nacional. Además, el “Lalalalalala...” contiene la fuerza de impregnarse en todos, sea la clase y condición social que sea quien lo tararee.
Y sin esta singularidad verbal, sólo la música oída, escuchada... es sublime.
Y tú, ¿qué piensas?